Un ayer no tan lejano

Francisco Moreno Ramírez

Hablaba en mi artículo anterior sobre «las cimas» que posee el español y que suelen ser los puntos donde invariablemente un extranjero, cuya lengua no sea de la familia romance, llega a encontrarse con una concepción que no existe en su idioma. En el caso de la segunda cima, que es el tema que atañe este artículo, se trata del pasado, o para ser más precisos, los pasados, particularmente los pasados simples.

Uno podría pensar que el tiempo es una serie de bloques bien definidos que, en términos básicos y generales, podríamos describir como: pasado, presente y futuro. Tómese como ejemplo el inglés, donde esto funciona generalmente así; o el japonés, donde gramaticalmente solo existen el pasado y el presente, porque el futuro está contenido en el mismo presente.

Pero el español, como las otras lenguas romances, posee una concepción muy distinta del tiempo. Nosotros tenemos dos pasados simples (cuyos nombres varían según la escuela gramatical), cuyos usos están –generalmente y en principio– delimitados de forma clara y de fácil comprensión, pero que son fuente de confusión para muchos a la hora de aprenderlos. Asimismo, tenemos el pasado compuesto del que realmente solo usamos una de las conjugaciones en pasado (había) mientras que la otra está en presente (he) –llamado antepresente o pasado perfecto*.

Uno podría pensar que el tiempo es una serie de bloques bien definidos que, en términos básicos y generales, podríamos describir como: pasado, presente y futuro.

Todo hispanohablante tiene claro que se usa el pretérito o indefinido (amé, comí, viví, etc.) para señalar que algo ya ha ocurrido –nótese que estoy usando el pasado perfecto compuesto para explicarlo–, con un enfoque muy puntual; el copretérito o imperfecto (amaba, comía, vivía, etc.) para darle mayor peso a la duración, y finalmente el pasado compuesto o antepresente (he amado, comido, vivido, etc.) para experiencias o eventos que siguen vigentes desde el pasado hasta el ahora. Por lo tanto, no tendríamos problema para entender la diferencia entre los siguientes casos:

Ayer visité a mi abuelita.

Tenía mucha hambre después del partido.

Resulta clara la diferencia entre estos eventos. El primero es algo puntual y delimitado, mientras que el segundo se trata de una condición que existió de forma indefinida, pero contextualizada por un evento.

Si hacemos una lista de verbos obtenemos un resultado claro en la diferencia de ambos usos:

El otro día desperté, desayuné, fui a trabajar, regresé, comí, vi la televisión…

El otro día despertaba, desayunaba, iba a trabajar, regresaba, comía, veía la televisión…

En el primer caso hay una serie de acciones secuenciales en las que queda implícito que cuando se concretó una, la siguiente fue llevada a cabo. No obstante, en el segundo, lo que el lector podrá notar es que hay algo extraño que por sí mismo resulta un galimatías: esa segunda lista de acciones implica que se realizaron al mismo tiempo.

Algo más coherente sería lo siguiente:

El otro día mientras caminaba, escuchaba música y cantaba

Aquí las tres acciones simultáneas son posibles y tienen sentido. Si el uso de estos pasados simples se limitase a los ejemplos aquí expuestos, no habría mayor confusión en su uso y no estaría hablando sobre ello.

Sin embargo, al igual que con muchos temas dentro del español, las fronteras entre estos conceptos (el pretérito, el copretérito y el pasado perfecto/antepresente) no están bien definidas y existen casos en los que es posible decir algo como los siguientes ejemplos:

Ayer estuve con mi novia

Ayer estaba con mi novia

He estado ayer con mi novia

Las reglas básicas gramaticales no son capaces de explicar por qué es posible que esto ocurra. Incluso se pueden añadir datos específicos como lugar, fecha y hora, y aun así sería posible mantener de forma coherente las tres conjugaciones. Entonces ¿qué es lo que sucede?

Si se recuerda de lo que hablé en el primer artículo, mencionaba que la esencia del español es la percepción, y ¿qué es el paso del tiempo sino una percepción? Quizás sea mejor considerar que el español no es una lengua con tiempos verbales, sino aspectos temporales. La diferencia radica en la concepción misma que se tiene del tiempo y de su paso, pero es aún más importante la relevancia que tiene para el hablante el hecho o evento al que hace referencia.

Quizás sea mejor considerar que el español no es una lengua con tiempos verbales, sino aspectos temporales. La diferencia radica en la concepción misma que se tiene del tiempo y de su paso…

Ayer estuve con mi novia. Resulta puntal, una acción terminada y, al menos en el español mexicano, frío. Hay una distancia implícita de por medio.

Ayer estaba con mi novia. Tiene un sentido más duradero y por su misma vaguedad para establecer un límite claro, puede difuminarse hacía el presente con mayor facilidad que el caso anterior.

He estado ayer con mi novia. Implica que, aun cuando ella ya no esté presente y no nos encontremos en el mismo lugar, lo que haya ocurrido durante ese tiempo fue tan relevante que sigue vigente con la misma claridad como si aún estuviese presente**.

Es la emoción y, por lo tanto, la percepción que esta produce en el hablante lo que dicta qué conjugación es más pertinente o apropiada para expresar lo que queremos, no el tiempo en el que sucedió el evento:

Quise ir a Japón cuando era niño

Quería ir a Japón cuando era niño

Quería ir a Japón desde que era niño

He querido ir a Japón desde que era niño

El primer caso implica que ese deseo no sobrevivió a la infancia, incluso (a riesgo de sobre interpretar) que quedó superado hace mucho tiempo. El segundo caso deja ver que el deseo tampoco se cumplió, pero que no ha desaparecido del todo. Esta pervivencia es más clara aún en el tercer caso. Finalmente, el último caso revela que el deseo ha existido desde la infancia y sigue siendo algo que se espera cumplir.

Desde un punto de vista pragmático, se podría pensar que no tiene importancia qué conjugación se use mientras que sea gramatical, que tenga sentido dentro del mismo español, a final de cuentas, el mensaje se comunica de forma clara. Es verdad. El objetivo primordial de toda lengua es transmitir información; no obstante, obviar esas sutiles diferencias no solo limita las posibilidades comunicativas que la lengua ofrece al hablante, sino que resta parte de la esencia misma del español, puesto que su riqueza se haya en esos matices en los que parece que no cambia nada, pero en realidad, se dice mucho.

* Curiosamente, los pasados compuestos resultan bastante claros al momento de aprenderlos y puede que eso se deba a que sus usos suelen ser extremos y específicos (eventos ocurridos en un pasado «lejano», o bien, muy cercanos al presente). De ahí que lleven el nombre de perfecto.**  Cabe señalar que, para muchos dialectos de Hispanoamérica, no es común esta acepción y suele ser más usado en España. 
Francisco Moreno Ramírez(Tlaxcala, México)Licenciado en Lengua y Letras Hispánicas por la UNAM, y colaborador en la revista Flores de nieve, del CEPE-UNAM. Autor invitado en la Universidad Autónoma de Tlaxcala; la Universidad de Colorado, Estados Unidos; y por el grupo Braccianti Euripide, de Bolonia. Autor seleccionado de «Coyoacán en tus Letras». Participó en la FIL Alterna, y la Feria de Identidad del Libro de Oaxaca.